domingo, 8 de agosto de 2010

Fuegos de Artificio.

Esta noche se han lanzado los primeros cohetes del verano.
El templado viento ha ido poco a poco empujando las pequeñas nubes que han dejado a su paso. También el sonido chocaba con fuerza contra la pared y ventanas de casa. Se veían tan bien...

Mientras me fijaba en el color que tomaba la espesa masa de agua negra con cada uno de ellos, unas cuantas imágenes se han ido acercando a mi memoria. He de reconocer que he tenido que alejar a alguna que otra de una patada pero he abrazado con fuerza a una de ellas.

Lo curioso de los cohetes es que nunca dejan de gustar. Son capaces de callar al gentío que los admira y hacerles aplaudir a su final. Siempre reconocemos los nuevos fuegos, deseamos nuevas formas y nunca, nunca, nos cansamos de los antiguos. Creo que, lo que a todos nos gusta de los cohetes es que no podemos saber qué formas van a tomar ni de qué color nos van a iluminar las pupilas hasta que explotan. Ese es el misterio. El misterio que nos engancha a ellos. El que me enganchó y me engancha aún a ti.

Es Oviedo, es el césped frío del cerro, la ropa mojada, las rodillas......dobladas, las lágrimas ensartadas, la impotencia, el deseo y el anhelo. Las manos apretadas, tu pecho contra mi espalda.

Es el recuerdo de una noche a finales del periodo estival, bajo el húmedo cielo del norte donde caían los colores, llorábamos el pasado por lo pasado y llorábamos el presente que ya nos había encantando, con cada silbido que la artillería entre el viento iba dejando, con cada golpe de explosión, yo formulaba un deseo y tú lo afirmabas.